Título: Emocionario. Di lo que sientes.
Publicación: Editorial Palabras Aladas, 2013
Temática: Sentimientos y emociones
Páginas: 96
Autores: Cristina Núñez Pereira y Rafael R. Valcárcel
Ilustradores: Varios
Puntuación: 4/10
Sinopsis: Definición de 42 estados emocionales.
Cómo gestionar las emociones y explicarlas a los más pequeños son un par de cuestiones que están muy al día. Psicólogos, pedagogos, maestros y los propios padres se han dado cuenta de la importancia de lo que sentimos y de las repercusiones que tiene ignorarlo. Por ese motivo, han aparecido una línea de cuentos que abordan la problemática. No olvidemos, a pesar de la buena intención pedagogica y social, que detrás de ellos hay una importante marca editorial, con marketing y publicidad. Por lo tanto, los cuentos que escuchamos con más frecuencia, sin duda son los más vendidos, pero no tienen porqué ser los más adecuados.
Hoy, tengo entre manos la reseña del Emocionario. Es curioso porque lleva a la venta cinco años, pero hasta que no ha explotado el «boom» de las emociones, pasaba muy desapercibido. Hoy por hoy, es una de las lecturas favoritas de muchos centros educativos.
El libro está en dos versiones, una en formato de bolsillo, el bolsillo de un pantalón de un niño de tres años, cabe perfectamente, y otra en formato atlas mundial . La portada, gris, nada llamativa para un niño, con una figura abstracta, menos llamativa aun, y un montón de nombres a la izquierda para no olvidar la importancia de quien hay detrás, ilustradores y la propia escritora. Con esta información ya podemos juzgar desde que perspectiva se ha hecho la obra. El niño lo que ve es «aburrimiento» y la madre lo que ve es «ui, cuánto trabajo, cuánta gente participando y que tonalidades más monas, parecen las del mobiliario de casa, minimalista y cuqui». Esto es solo a nivel fisico, que también, va a gustos, y al final lo que importa es el interior, pero para llamar la atención del niño, no está hecha.
Pasamos al interior, y vemos que no hay un cuento, ni siquiera una historia, hay un diccionario. Es decir, han cogido las palabras de los sentimientos «compasión, remordimiento, placer, gratitud», lo han definido con la terminología de un diccionario escolar, han añadido un pequeño fragmento sobre qué hacer o no para sentirlo, muy a modo «autoayuda» y lo han acompañado con una ilustración, repleta de animalitos y color. Vamos, que han versionado un diccionario de toda la vida del señor, lo han puesto bonico y a la venta por 18 euritos (según el tamaño).
La visión empresarial, me parece muy bien, lo que no acabo de comprender es como un profesional de la educación, puede considerar que una definición cutre puede hacer comprender al niño la grandeza de lo que siente. Porque, francamente, yo tengo 20 años, y por mucho que me sé las definiciones de los sentimientos, muchas veces, no sé ni gestionarlos, ni explicarlos, ni definirlos. Con lo cual, me imagino a un niño de tres años, frente a la definición de tristeza, con un pequeño texto que te explica que hacer para estar contento, al padre leyéndolo en voz alta y lo último que creo es que el niño se levante de la silla y se ponga a reír. Podéis llamarme loca.
Y, alerta, hay mucha gente que está encantada con la obra. E incluso, he leido más de una reseña dando ideas sobre cómo usar el libro para diferentes edades. Es decir, maneras para poder adecuarlo a la edad del lector: 0-3 años, 4-6 años, etc; para sacarle provecho. Pero sinceramente, con todos mis respetos, lo veo irreal. Y considero que no es una buena obra, no solo para los más pequeños, si no que tampoco para los adultos. Una definición fuera de contexto, sin ningún tipo de acción, ni repercusión, ni causa, ni consecuencia, me parece bastante inútil. Si por lo menos las ilustraciones saciaran la falta de comunicación escrita, pero tampoco juega al nivel de un libro ilustrado.
Considero que se ha hecho desde una perspectiva adulta y no se ha pensado en la visión que tiene el niño del mundo, ni el conocimiento previo que se necesita para poder llegar a comprender un 5% de este libro. Decir que no lo recomiendo, a estas alturas, está de más.