Todos los días son el día de la madre, pero hoy es su celebración oficial. Madre no hay solo una, hay miles de perfiles, pero todas con algo en común, nos cuidan, nos miman, nos educan y… ¿nos cuentan cuentos? Este es un blog literario, y por más que nos pongamos moñas, no podemos olvidar nuestro fin. Mami, tita, abu, ¿nos explicábais cuentos? ¿Nos ponéis la tablet y el ordenador, o nos lleváis a la biblioteca?
Nosotros no podemos responder por ellas, así que hemos cogido a un par de mamis y las hemos sometido a un interrogatorio de tercer grado. Vicente ha escogido a su mamá, capaz de educar a un par de criaturas idénticas (¡santa paciencia!). Y Judith a su tía, o tata, como la llama ella desde que es bien bebé. También es mami e hizo de niñera de Judith desde muy pequeña, mientras alternaba un par de trabajos y estudiaba Psicología (power woman).
A continuación os dejamos la entrevista y nuestros recuerdos al respecto. Porque una realidad no es completa si no se tienen diferentes perspectivas, por algo nos consideramos ecosociosignificativistas, ¿no?
Al final de este post, podéis hablarnos de vuestras experiencias: ¿contáis cuentos a los peques de la casa? ¿Qué cuentos son vuestros preferidos? ¿Os contaban cuentos cuando érais pequeños? ¿Recordáis cómo os sentiáis?
ENTREVISTAS
Carmen, madre de Vicente.
¿Explicabas cuentos a tus hijos cuando eran pequeños?
Sí. Me sentaba con ellos y les leía cuentos. O cuando jugaba con ellos, después de jugar leíamos algunos.
¿En qué momentos del día lo hacías?
Habitualmente a la hora de dormir, aunque podría ser durante todo el día, por la mañana, el desayuno…
¿Qué cuentos eran tus favoritos para explicar? ¿Y el cuento favorito de ellos?
Les leía de todos de la colección Disney, y sobre todo cuentos inventados por mí, sobre aventuras de distintas hortalizas.
¿Crees que ellos valoraban ese momento?
Supongo que sí lo valoran. por eso nos los pedían. Los escuchaban atentamente, y a veces insistían en que les contara más, uno detrás de otro. Pasábamos mucho tiempo juntos, como cuando les llamaba y dejaban de jugar a la consola para venir a jugar al ajedrez o a las damas y luego les contaba algún cuento.
Y a ti, ¿te gusta leer? ¿Qué tipo de libros lees?
Sí, lo que más me gusta es la novela, suelo leer por las tardes, después de comer. Me gusta leer de todo tipo, menos ciencia ficción y aventuras.
¿Crees que tu gusto por la lectura y la explicación de aquellos cuentos han influido en el hábito de lectura que tienen actualmente?
Sí, supongo que al ver leer a los padres han adquirido el hábito a la lectura.
Perspectiva de Vicente
¿Cuentos cuando era pequeño? Sí, muchos. A bote pronto, me vienen a la memoria algunos cuentos que me leía mi madre, como La ratita presumida, y también muchos cuentos tradicionales en versión Disney, de una colección que sacaron hacia los años ochenta. Libros como Los tres cerditos acabaron destrozados, la tapa con celo. Otros, como La dama y el vagabundo, Los músicos de Bremen, Robin Hood o Dumbo también corrieron una suerte parecida.
Mi madre era una gran cuentacuentos. Lo suyo no eran los cuentos fantásticos, no se aprendía de memoria las historias clásicas como Caperucita roja o Hansel y Gretel. Ella los creaba en el momento, usaba su imaginación para dotar de vida cosas tan mundanas como las frutas y verduras. Me enseñó que la imaginación y la magia de las historias no necesitan vivir en mundos inventados: estaban ahí, justo delante de mis ojos, bastaba con aprender a ver, a escuchar, y dejar que las aventuras surgieran de la naturaleza.
Estos pequeños grandes ejercicios de imaginación nos sirvieron como base para crear nuestras primeras historias. Cuando nos hicimos más grandes pasamos mi hermano y yo a inventarnos cuentos, aventuras, a partir de los elementos que teníamos a nuestro alcance: personajes de juegos, de series de televisión, desde los Fruitis hasta las Tortugas Ninja pasando por los protagonistas de Bola de Dragón; se convertían en los héroes de batallas épicas entre el bien y el mal.
Sin duda, no sería quien soy hoy día si no hubiera sido por los cuentos de mi infancia, todo ello se lo debo a mi madre y a su santa paciencia para contarnos tantas historias, a todo momento, allá cuando se las pedíamos, y al sinnúmero de horas que pasó jugando con nosotros.
Yolanda, tía de Judith.
¿Explicabas cuentos a tu sobrina cuando era pequeña?
Sí, de vez en cuando. No teníamos prefijado ni día ni horario, quiero decir, no estaba establecido como rutina, como cuando se suelen contar para ir a dormir.
¿En qué momentos del día lo hacías?
Durante la mañana, ya que era cuando la cuidaba, desde las 7:30h hasta las 14:30h que llegaba su mamá… hasta que empezó P3 y ya solo la llevaba y recogía del colegio. En ese momento la persona que seguía acercándola al mundo de la lectura era mi mamá ya que era la encargada de llevarla al «contacontes» de la Biblioteca del barrio.
¿Qué cuentos eran tus favoritos para explicar? ¿Y su cuento favorito?
Mis cuentos favoritos para explicar eran los clásicos de siempre (la Caperucita Roja, la Bella durmiente, los Tres Cerditos…)
Sus favoritos um… pues no lo tengo muy claro, prestaba atención a la mayoría que le leía o leíamos, aunque le gustaba la fantasía (Sirenita, Aladdin…). Cuando ya sabía leer le encantaban los de hadas y las «brujitas». La recuerdo sentada en el suelo en algún rincón de la casa, o en la torre de los iaios sentada en la sombra junto a la piscina.
¿Crees que ella valoraba ese momento?
Sí, porque sino no le hubiese prestado atención y hubiese cambiado de «juego».
Y a ti, ¿te gusta leer? ¿Qué tipo de libros lees?
Sí, pero apenas tengo tiempo… tengo varios comenzados (uno de ellos el de mi sobrina). Suelo leer novelas realistas o relacionadas con mi profesión (psicología y/o educación).
¿Crees que tu gusto por la lectura y la explicación de aquellos cuentos han influido en el hábito de lectura que tiene Judith actualmente?
Sí, los niños copian de su alrededor, es su forma de aprender… fue su primer acercamiento a la lectura, de eso estoy segura.
Perspectiva de Judith
Mi memoria visual tiene cosas buenas, una de ellas es que soy capaz de recordar perfectamente muchas de las escenas de mi infancia. Mi vida dentro de mi cerebro es como una película muda y a mucho color.
Mi tata ha sido un pilar en muchos momentos de mi vida, así que aparece con frecuencia y con bastante nitidez en muchas escenas de la película. Uno de los recuerdos más bonitos que guardo de mi infancia con ella son los ratos de estudio, del suyo quiero decir. Supongo que ella no recordará esos momentos con el mismo cariño que yo, nadie piensa en estudio intenso y le viene una sonrisa. La veo ahí, sentada en el escritorio con las gafas puestas y un moño a medio deshacer y a mí en una mesa pequeña fingiendo que era profesora de parvulario, con un ordenador que no se encendía y un montón de papeles reciclados. Ahí empezaron mis ganas de estudiar, de aprender y de escribir, en esa habitación de dos mesas y con una estantería repleta de libros.
Algunas tardes, mi tía no era capaz de concentrarse en casa, la habitación tenía una ventana que daba a un patio de luces, y los vecinos no siempre eran silenciosos y respetuosos con sus examenes. Así que íbamos a la biblioteca, mi iaia también venía, así ella podía vigilar que me portaba bien, mientras mi tía se concentraba en estudiar con sus tapones. Escuchaba el cuentacuentos y después cogía algunos cuentos para mirar a su lado. Mis favoritos eran los que tenían ventanas, eso de abrir un pedazo de libro y que apareciera algun elemento nuevo era para mí poco más que magia. Tenía predilección por los cuentos fantásticos (curioso teniendo en cuenta que en mi adolescencia no abrí un solo libro de fantasía). Me encantaban los cuentos que mostraban una manera de vivir diferente a la que nosotros estamos acostumbrados. De hecho, durante mucho tiempo, mis cuentos favoritos fueron Diccionario por imágenes de las brujas y las hadas, Matilda y la Sirenita.
Mi tata me hizo la trajeta de la biblioteca cuando era muy pequeña, así que, además de leer cuentos a su lado, también me los llevaba a casa. Muchas veces, los miraba yo sola, me pasaba horas de atrás a adelante y de delante hacía atrás. Pero otras muchas, ella se tumbaba en el sofá y me hacía un hueco para que me pusiera al lado. Entonces descubriamos lo que el cuento nos decía. A veces a través de las palabras, que susurraba ella con voz tranquila y con una calma que me relajaba y gustaba. Otras, nos limitábamos a mirar los detalles de los dibujos, aquellos que pasaban desapercibidos con una lectura superficial.
No sé si ella es la causa de que yo ame tanto los libros, pero cuando pienso en cuentos ella es un pedazo de todos los que han pasado por mis manos.