Hoy tenemos una reseña muy especial: no vamos a hablar de un libro en particular, sino de estos dos años que hemos pasado reseñando sin parar, a más o menos dos reseñas por semana, junto con otros textos, los menos, sobre temas que creemos pueden ser interesantes. Un par de añitos en los que hemos leído un montón, hemos aprendido más y, sobre todo, hemos disfrutado con libros buenos, no tan buenos, y algunos excepcionales.
Porque reseñar, aunque parezca fácil, no lo es; y no estamos echándonos flores. Reseñar, primero, implica leerse el libro. A veces un libro no se deja leer, la relación entre el libro y el lector es un continuum entre el amor más absoluto y el odio más visceral: a veces surge el amor a primera vista, otras, al contrario, el libro termina en una metafórica basura ya sea volviendo antes de tiempo a la biblioteca o en una hoguera aprovechando que es San Juan, Fallas o simplemente aprieta el frío y la luz ha subido demasiado. Después llega lo más difícil: escribir la reseña. Encontrar la frase perfecta, la palabra perfecta para presentar un libro en unas cuatrocientas o quinientas implica rascarse la cabeza, estrujarse el cerebro hasta que, al fin, emerge ese párrafo, esas líneas que te hacen decir «seh, esto era exactamente lo que quería decir».
Merece la pena. En estos dos años hemos aprendido muchísimo sobre literatura, sobre libros, sobre reseñas. Hemos conocido a tantos autores que hemos perdido la cuenta, hemos encontrado estilos y géneros de los que antes habríamos huido, no porque tengamos razones de peso para ignorarlos, sino por algo más prosaico: el tiempo. Leer implica tiempo, reseñar implica todavía más tiempo, y a veces se hace duro combinar trabajos, estudios y el blog. Sin embargo, y aunque suene cursi, está el amor, el amor por las historias, por la literatura. ¿Quién le iba a decir a Judith que se volvería fan de la novela gráfica, o a Vicente que terminaría disfrutando leyendo a Megan Maxwell?
La lectura es vida, y más ahora. Mientras allá afuera el mundo va cada vez más rápido, se suceden las series una detrás de otra, las canciones se repiten con pequeños cambios, y lo que ayer era norma hoy está olvidado para que mañana vuelva como si fueran las hombreras; pocas cosas hay más placenteras y relajantes que sentarse una tarde para pasar dos horas sin moverse más que para pasar las páginas de un libro escrito y publicado con amor, y una vez terminado sentarse para estar dos o tres horas pensando en él, en lo leído, y en qué, quién puede estar tras el libro.
Ahora que se cumplen dos años de blog, nos encontramos con más ilusión que nunca para con Leemergence, para seguir leyendo, reseñando y, quién sabe, quizá se nos ocurra alguna estrambótica idea con la que seguir aprendiendo y disfrutando gracias a la literatura.