Como alguno de los aquí presentes puede saber, trabajo como ingeniero del lenguaje. Esto, a parte de molar mucho (es mentira, es un curro como cualquier otro), implica tener que utilizar un vocabulario especial, muy concreto, y que no dé margen a errores. Imaginemos un académico de los que no saben absolutamente nada más allá de palabras usando un vocabulario fácil y comprensible que demostrara su ignorancia, sin el léxico especializado su presunto conocimiento se queda en nada. Pensemos ahora en un médico pidiendo a su ayudante un cuchillo, el ayudante podría darle un cuchillo jamonero, uno para postres o, si está despistado, una pala de pescado, en lugar de un bisturí. Otro ejemplo más: un mecánico, si en lugar de usar junta de culata, manguito o líquido de frenos cuando habla con sus compañeros usara el mismo vocabulario con el que podría hablar a su hijo recién nacido, es posible que pronto necesitara buscarse un nuevo trabajo.
Estos ejemplos son muestras de vocabulario técnico, léxico especializado o términos. Todos usamos léxico especializado en algún momento de nuestras vidas, ya sea en el colegio, en el trabajo, en nuestras aficiones o cuando tenemos que hablar con especialistas, como cuando vamos al médico. Es fácil delimitar qué es un término cuando estamos ante una situación muy especializada, como en una operación a corazón abierto. Sin embargo es difícil delimitar qué es un término si observamos la palabra sola, sin contexto. Sin esta ayuda nos puede ser imposible saber cuándo una palabra es de uso especializado y cuando no lo es. O qué pasa con los sinónimos. Por ejemplo, no es lo mismo corazón para un poeta que para un cardiólogo. Tampoco es el mismo corazón el que tenemos dentro del pecho, dentro de la manzana, o en la mano entre el anular y el meñique. Incluso el mismo cardiólogo va a referirse a diferentes corazones cuando hable con algún compañero de profesión, en el quirófano, o cuando tenga que criticar los recortes en sanidad diciendo es que no tenéis corazón. Entonces, ¿qué es corazón? ¿Cómo podemos delimitar esta palabra y, por extensión, el resto?
Este problema no es nuevo. Como nos explican Rodríguez Ortega y Schnell (2005), el problema de encontrar las palabras adecuadas para representar las cosas se arrastra desde siempre. Sin embargo no fue hasta bien entrado el siglo XX que la terminología no nace como una disciplina propia, a partir de la tesis doctoral de Eugen Wüster (1898-1977).
Wüster estudió ingeniería eléctrica y en su tesis doctoral propuso «un enfoque terminológico nuevo, estableciendo los preceptos del trabajo terminológico y perfilando los principios metodológicos para la creación de nuevos términos y recursos terminológicos» (Rodríguez Ortega y Schnell, 2005). Tal como argumenta Temmerman (1997, p. 53) su teoría, a su vez, parte la teoría lingüística de Ferdinand de Saussure (1857-1913), padre del estructuralismo. Para que nos hagamos una idea, la teoría saussuriana se apoya en tres pilares, tal como nos explica Bargetto (2010, p. 81). «las dicotomías lengua y habla, diacronía y sincronía, la caracterización del signo lingüístico». Es decir, ni es lo mismo una lengua que la forma de hablar de la misma, ni tampoco es lo mismo una lengua en su estado actual (o en otro momento temporal) con respecto a su estado previo; y por otra parte el signo lingüístico (los signos lingüísticos son elementos lingüísticos que representan objetos, ideas o conceptos) es algo que podemos identificar.
A partir de los fundamentos de Saussure, Wüster desarrolló una nueva teoría, la Teoría General de la Terminología (Wüster, 2010) basándose en los siguientes principios (Rodríguez Ortega y Schnell, 2005, p. 89):
- La perspectiva onomasiológica de la terminología. Es decir, el término surge del concepto, y no al revés.
- El trabajo terminológico tiene como fin la delimitación exacta de los conceptos. El estudio de los términos no es autónomo, sino que depende de los conceptos y sistemas de conceptos a los que están ligados.
- La definición de un término debe estar basada en las características del concepto al que está asociado.
- El término es unívoco. Con univocidad nos referimos a que cada concepto está asignado a una única denominación. No se aceptan ni sinonimias ni polisemias.
- La terminología es sincrónica: sólo se estudia el estado del léxico especializado en el momento actual, ignorando usos anteriores de las palabras.
Esta teoría fue dominante en el campo de la ciencia terminológica durante décadas. Sin embargo, podemos encontrar muchas evidencias de que, en el mundo del lenguaje de especialidad, esto no es así. Por ejemplo, Fuentes Arderiu, del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge, reclama que debe existir no una univocidad del concepto al término, sino una biunivocidad, es decir, que la unidad sea también de término a concepto, una mayor atención a las revisiones de artículos para que se use un lenguaje común con términos internacionalmente recomendados, y la existencia de un sistema de bancos de términos consensuado y arbitrado (Fuentes Arderiu, 2006). Otro ejemplo lo podemos encontrar en Evans, que desarrolla toda su metodología conocida como Diseño guiado por el dominio (DDD, por su siglas en inglés) sobre el concepto de lenguaje ubicuo. Es necesario, nos dice, un lenguaje común que permita conectar la comunicación del equipo con la implementación de la aplicación, siendo este lenguaje ubicuo en todo el trabajo realizado por el equipo de desarrollo (Evans, 2004, p. 25).
Las propuestas de Evans y de Fuentes Alderiu, entre muchos otros, parecen de sentido común. Si hablamos de lo mismo, ¿por qué no usar las mismas palabras? El problema es que esto no es así. Hablemos ahora de algo tan común y conocido por todos como los pescados. Fernández-Silva (2013) comparó la forma de referirse a la pesca dependiendo de si el hablante procedía del campo de la biología, de la economía o del derecho. En su investigación encontró que, aunque hablaban de lo mismo y mantenían una base terminológica común, sí había términos particulares dependiendo de la perspectiva desde la que lo vieran.
Por otra parte Cabré (1999) nos recuerda que, si un lingüista quiere fijarse en el uso de la terminología, debe tener en cuenta el grado de especialización del hablante: cuanto más especializado, más conciso es el vocabulario que utiliza y con mayor tendencia a la monosemia y a la univocidad. Según se va relajando el grado de especialización, continúa la investigadora, más margen hay para la ambigüedad. Esta perspectiva encaja también con los textos citados anteriormente de Fuentes Alderiu y Evans. Son dos especialistas, uno de medicina y otro de ingeniería del software, pidiendo un lenguaje sistemático, conciso y preciso.
Pero, ¿y el cerebro qué pinta en todo esto? ¿Cómo procesa la información? Según Cabré (2005) las ciencias cognitivas, basadas en estudios neurofisiológicos que permiten una comprobación empírica, y no racional, de las teorías, y por tanto separadas de la filosofía del conocimiento, ofrecen contraargumentos a la teoría de Wüster. Teorías como la teoría del prototipo, el constructivismo, y la constatación de la importancia de los aspectos culturales ponen en duda los fundamentos de la Teoría General de la Terminología (Cabré, 2005).
Como consecuencia de estas críticas, durante los últimos años del siglo XX y primeros del XXI surgieron varias teorías con el fin de rebatir y superar la TGT de las que destacamos tres: la Terminología Sociocognitiva (Temmerman, 1997), la Teoría Comunicativa de la Terminología (Cabré, 1999), y la Terminología basada en Marcos (Faber et al, 2005). Más adelante hablaremos de estas teorías porque, sin duda alguna, se merecen un artículo a parte.
Por ahora vamos a dejarlo aquí. ¿Os ha gustado este artículo y queréis saber más sobre lingüistica aplicada, terminología y lenguaje de especialización?, Si es así, por favor, hacédnoslo saber, y prepararemos más artículos como éste, en el que presentamos teorías y el estado de alguna de las ramas de la lingüística.
Bibliografía
Bargetto, M. A. (2010) Bases teóricas del estructuralismo. Herencia: Estudios literarios, lingüísticos y creaciones artísticas, Vol. 2, Nº. 2, 2010, págs. 81-89. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3401188
Cabré, M. T. (1999) Terminologie et linguistique: la théorie des portes. Terminologies nouvelles. Terminologie et diversité culturelle, 21, págs. 10-15. Recuperado de https://elies.rediris.es/elies16/Cabre.html
Cabré, M. T. (2011) La Terminología, una disciplina en evolución: pasado, presente y algunos elementos de futuro. Debate Terminológico, 1 [versión en línea] Recuperado de https://seer.ufrgs.br/riterm/article/view/21286/15349
Evans, E. (2004) Domain-Driven Design. Boston, EEUU, Addison-Wesley.
Faber P., Márquez Linares, C., Vega Expósito, M., (2005) Framing Terminology: A Process-Oriented Approach. Meta 50 (4), [versión en línea] Recuperado de https://www.researchgate.net/publication/237421727_Framing_Terminology_A_Process-Oriented_Approach
Fernández-Silva, S. (2013) La influencia del área disciplinar en la variación terminológica: Un estudio en un corpus interdisciplinario sobre pesca. Rev. signos vol.46 no.83 Valparaíso dic. 2013 [versión en línea] Recuperado de https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-09342013000300004
Fuentes Arderiu, X. (2006) Contra la sinonimia y la polisemia en los lenguajes de especialidad, Revista Panace@ Vol. VII, N.º 24, pág. 241. Recuperado de https://www.tremedica.org/wp-content/uploads/n24_entremes3-f.arderiu.pdf
Rodríguez Ortega, N., Schnell, B., (2005) La terminología: historia y evolución de una disciplina. Manual formativo de ACTA, ISSN 1888-6051, Nº. 36, págs. 83-90. Recuperado de https://www.acta.es/medios/articulos/comunicacion_e_informacion/036081.pdf
Temmerman, R. (1997) Questioning the univocity ideal. The difference between socio-cognitive Terminology and traditional Terminology. Hermes, Journal of Linguistics no. 18, págs. 51-93. Recuperado de https://www.semanticscholar.org/paper/Questioning-the-univocity-ideal.-The-difference-and-Temmerman/ae7ac3bc8da20bee0ed19c98bc482d3f3b3f5d3e
Wüster, E. (2010) Introducción a la teoría general de la terminología y a la lexicografía terminológica. Barcelona, España, Institut Universitari de Lingüística Aplicada – Universitat Pompeu Fabra