He leído un breve tratado sobre la estupidez humana y me doy por aludido

Hoy voy a escribir sobre uno de mis temas favoritos: la estupidez, a partir de la lectura del libro Breve tratado sobre la estupidez humana, de Ricardo Moreno Castillo. No voy a hacer una reseña al uso. Me apetece más dejarme llevar acerca de esta misma idea de estupidez, tan atractivamente estúpida, tan sensual, tan humana.

Oh, la estupidez, auténtico motivo del desarrollo de la especie. ¿Quién puede hablar bien de la estupidez, cuando nos acompaña desde que bajamos del árbol, si no antes?

Estúpidos somos todos en algún momento del día. Quien aquí os escribe es consciente de su estupidez, pero no es consciente de la profundidad de la misma. Ni siquiera sé si me hundo en dirección al vacío o floto en una especie de estupidez invertida, positiva, desde la que saludar al mundo.

Una de las cosas que más me fascinan de la estupidez es lo relativa que es. En el libro que leí hace ya unas semanas, Breve tratado sobre la estupidez humana, queda muy claro qué es ser estúpido y qué no es ser estúpido para el autor.

Para él, la inteligencia, el pensamiento y la acción inteligentes, son un destello de luz absoluta que algunos, afortunados, contemplan. Otros, por desgracia, no nacen tan afortunados y deben, debemos, vivir en la estulticia. ¡Ay, de nosotros, que somos imbéciles 24/7! ¿Qué podemos hacer?

Podemos leer el libro y anotar sus recetas para no parecer monguer. Tiene hasta una lista de sugerencias, sin contar con las pistas que nos da en el libro para destacar como un lumbrera. Las seguiría, sin embargo me surge un pequeño problema: el autor quiere endilgarnos su ideología conservadora, cristiana, haciendo lo mismo que se ha hecho toda la vida: elegir lo que nos conviene.

Por ejemplo: el autor critica el uso de decálogo para hacer una lista de un número de elementos diferente a diez. ¿Ha hecho cuarentena de cuarenta días sin salir de su casa durante la pandemia? Otra: el autor critica el uso del lenguaje políticamente correcto e inclusivo. ¿Acaso no habla él castellano en lugar del perfecto latín, con sus declinaciones y toda la pesca? Y así podríamos seguir hasta acabar por analizar las actitudes subyacentes detrás de cada una de sus frases.

En fin, se trata de un ejercicio sobre la estupidez. Hablar sobre la estupidez es una estupidez necesaria. Agradezco el esfuerzo del autor de escribir su visión del mundo y de las cosas, y haberme hecho reflexionar sobre esta misma estupidez.

¿Lo recomendaría? Sí, claro. Para leer, dejar reposar, y darle una vuelta. Todo ejercicio de rompecabezas debería, debe, es bienvenido.


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