Título: Los perros duros no bailan
Idioma: Castellano
Autor: Arturo Pérez-Reverte
Editorial: Alfaguara
Publicación: Abril de 2018
Etiquetas: Aventura, Perros
Formato de publicación: Libro, 168 páginas
Tiempo estimado de lectura: 4h
Puntuación: 4/10
Sinopsis: Negro es un perro de peleas retirado que tiene que volver a la aventura después de la desaparición de dos de sus amigos.
Lo mejor: El callo del autor manejándose entre estereotipos de bajos fondos.
Lo peor: La inverosimilitud de los protagonistas cuando emiten sus juicios de valor hacia la sociedad humana.
Leer Los perros duros no bailan es leer dos cosas: por una parte tenemos una historia, mil veces contada y tan estereotípica y pulp como previsible. Por otra parte, y sobrevolando las aventuras de Negro y sus compañeros peludos, nos toca masticar las críticas directas de Arturo Pérez-Reverte hacia lo que, para generalizar y sin entrar en detalles, podríamos llamar lo «políticamente correcto». Lo cual, para qué negarnos, no deja de ser divertido.
Primero, la historia. Ésta trata de Negro, un perro de peleas retirado que tiene que volver a la greña para buscar a dos de sus amigos desaparecidos. Aquí nos encontramos bastantes de los patrones que nos podemos imaginar de las historias de tipos duros, todos ellos bajo el pellejo peludo de perros de toda raza y condición. Podría decirse, incluso, que se trata de un homenaje al género del que bebe y hasta toma prestado el título. Un homenaje, digámoslo así, bien logrado, aunque desaprovechado: la única sorpresa que aporta a este tipo de historias es el disfraz de perro que llevan los personajes. Disfraz que, por otra parte, no termina de encajar con sus voces y su condición de cánidos. Y es aquí donde encontramos la voz del autor.
Después de leído me pregunto qué habría sido de esta historia sin, precisamente, esta voz llenando las reflexiones de los protagonistas con ideas fuera de lugar. A los estereotipos versión perruna no les sientan bien comentarios sobre lo machistas que son los perros, no como los humanos que están sometidos a lo políticamente correctos; o lo fieles y poco hipócritas, no como los humanos, unos falsos traicioneros, etcétera. Sin estos comentarios, la historia podría volar sola, seguramente más alto de lo que lo hace, al librarse de este peso muerto. Con ellos, ésta apenas puede despegar del intento de crítica desde el universo perro, difícil y lleno de peligros, hacia el universo humano, hipócrita y todavía conectado con la visión del mundo del autor a través del cordón umbilical del contexto compartido.
Cuando dejamos atrás estos dos obstáculos, lo siguiente con lo que nos encontramos es con la historia en sí. Aquí se nota la mano del autor, su técnica depurada que hace que podamos conectar fácilmente con la historia. La construcción de los personajes es sencilla y efectiva. Planos, sí, pero no necesitan más: el tipo duro, la rubia explosiva, el amigo que se mete en problemas, el guapo que vuelve locas a las tías, el poli imbécil de buen talante, la putita con memoria distraída, la traficante mexicana… Aquí jugamos sobre seguro. No hay misterio, y en esto mismo radica la gracia de esta novela corta. Es un divertimento capaz de dejar buen sabor de boca si aceptamos que tenemos que tragarnos la opinión del autor sí o sí. Y de aquí, precisamente, podemos sacar una segunda lectura de este libro: no dejar que un árbol tape el bosque.
Si así lo hacemos, y vemos más allá de un puñado de frases puestos para vaya usted a saber, podemos pasar un buen rato en compañía de esta fábula hard-boiled salpicada de sangre, topicazos y perros duros.
Foto de portada: Web del autor.
Foto del autor: Victoria Iglesias, extraída de la biografía del autor.
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