Este mes toca hablar de la pragmática y la semántica, dos ramas que forman parte de la lingüística teórica (os hablamos de qué es la lingüística teórica en el post introductorio de lingüística). Si tuviera que resumir muy brevemente estas dos ramas diría que es la parte de la lingüística que se centra en analizar qué queremos decir cuando decimos algo. Os pongo un ejemplo y lo entenderéis en seguida: imaginaos que estáis en una casa de campo con una amiga. Vuestra amiga abre las ventanas de par en par y se sienta a vuestro lado en el sofá. Es invierno y entra un viento gélido de dos pares de narices, pero os da pereza levantaros a cerrar. Ponéis cara de ángel y le decís: hace frío, ¿no? . Lo que decís literalmente es la parte que estudia la semántica, que en este caso es: hace frío. Pero lo que queréis decir es que cierre la ventana. El significado que hay detrás de las palabras dependiendo del contexto comunicativo es lo que estudia la pragmática, ósea, aquello que quieres decir.
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Teorías que definen y construyen la pragmática tal y como la conocemos hoy en día.
Antes de hablar de las teorías que definen la pragmática, es importante comprender las máximas de esta ciencia tan especial, que son tres: cantidad, calidad y relevancia. Las dos primeras son muy sencillas: comunicar aquello que es necesario, ni más ni menos; y decirlo de manera comprensible para el receptor. Y la última, forma parte de una teoría, así que la explicaré un poco más adelante.
La teoría que inició, de alguna manera, la pragmática es la de los actos de habla, descrita por Austin (filósofo del lenguaje) en su obra Cómo hacer cosas con palabras (1962). Antes de que se publicara este ensayo, había una creencia popular que decía que las oraciones tenían una función enunciativa. Esto quiere decir, que siempre que nos comunicamos lo hacemos para constatar algún hecho. Austin explica que no es así, que la comunicación no solo constata hechos, sino que detrás de cada oración está la interpretación y la retórica. Por ejemplo, cuando hacemos una apuesta, no estamos constatando un hecho, estamos creando un lazo de compromiso: yo me comprometo a algo, si sucede esto otro.
La teoría de la relevancia de Sperber y Wilson, basándose en la teoría de Austin, hablan sobre las deducciones que hacen los oyentes en una conversación. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de deducción? ¡Fácil! Imaginaos que estáis en una fiesta, delante de vosotros hay una pareja de amigos hablando sobre algo, uno de ellos dice: hay patatas jamón jamón, ya sabes lo que pasa con esas patatas, ¡cuidado! Vosotros, que no entendéis el precedente, no podéis saber qué es lo que pasa con esas patatas. Sin embargo, los dos amigos saben, que hace unos años, uno de ellos se atragantó con una. Únicamente diciendo «hay estas patatas, ten cuidado», los dos se echarán a reír, porque pueden deducir el contexto sin explicarlo previamente. Se limitan a decir aquello que es relevante, lo justo y necesario para que tenga gracia la broma.
Y la teoría de cortesía de Paul Grice, que trata de la importancia de dar buena imagen cuando nos comunicamos con los demás. Es evidente, que si queremos conseguir algún fin, debemos adaptarnos a la situación y suavizar todo lo que sea posible nuestra demanda. Reutilizando el primer ejemplo, el que he usado para definir pragmática, imaginaos que vuestra amiga abre la ventana del apartamento, tenéis frío y os da pereza cerrarla vosotros. Sabéis que si le decís, de manera sutil: hace frío, ¿no?. Su respuesta será cerrar la ventana o preguntarnos si queremos que la cierre. Por el contrario, si le decís: cierra la puta ventana. Su respuesta va a ser muy distinta. Esto es, a grandes rasgos, la teoría de la cortesía.
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Conceptos clave para entender la semántica
Como comentaba antes, la semántica es el significado literal de las palabras. Algún lector avispado podría pensar, ¿eso es la semántica o es la RAE? No andáis muy mal encaminados, pero va más allá. La semántica no define palabras, sino que estudia su significado de manera individual y el significado que adquiere cuando se unen más de una.
Cuando hablamos de significado individual estamos haciendo referencia a la denotación y la connotación de las palabras. Es decir, aquello que significan según el diccionario y aquello que significan en función de determinadas experiencias. Por ejemplo, niño y niñato tienen el mismo referente: un joven. Pero niño tiene connotaciones positivas, o como mínimo, neutras. Mientras que niñato tiene connotaciones negativas.
Cuando hablamos de la relación que mantienen las palabras de una oración, estamos diciendo que, de alguna manera, dos o más palabras comparten algún rasgo común. Os pongo algunos ejemplos para que entendáis mejor cómo se clasifican las palabras según su relación:
- Hiperónimo: palabra con un significado muy general, por ejemplo, animal.
- Hipónimo: palabra con un significado más concreto, por ejemplo, perro.
- Cohiponimo: las palabras perro y gato son cohipónimos porque comparten hiperónimo, animal.
- Antónimo: palabra contraria a otra. Vivo es el antónimo de muerto, y viceversa.
- Sinónimo: palabras que tienen el mismo significado. Pelo y cabello son sinónimos.
Podría seguir hablando de estas dos ramas de la lingüística hasta acabar con vuestra paciencia, pero pararé aquí, porque como introducción creo que ya es suficiente. Para los que tengáis más curiosidad os dejo un poco de bibliografía:
- Austin, J. (1962), Cómo hacer cosas con las palabras, Paidós, 1981, 1990.
- Escandell, V. (1996), Introducción a la pragmática, Barcelona, Ariel, 1996.
- Van Dijk, T. (1978), La ciencia del texto, Paidós, 1989.
- Payrató L. (2003), Pragmàtica, discurs i llengua oral, Barcelona, UOC.
- Laborda, X. (1996), Retórica interpersonal. Discursos de presentación, dominio y afecto, Barcelona, Octaedro.
- Laborda, X. (2012), De Retòrica. La comunicació persuasiva, Barcelona, UOC.