Título: Crónicas de la Era K-Pop
Idioma: Castellano
Autor: Fernando San Basilio
Editorial: Impedimenta
Publicación: Abril de 2015
Formato de publicación: Rústico
Tiempo estimado de lectura: 176 páginas, 4h
Género: Novela. Corea, literatura de viajes
Puntuación: 5/10
Sinopsis: A partir de la excusa de la explosión del café en la cultura coreana, vemos historias de la actual modernidad coreana, y la visión de Fernández, un extranjero que va a Corea con la excusa de una feria internacional de café y que tiene muy pocas ganas de volver a España.
Lo mejor: Es una novela de viajes, presenta la corea contemporánea.
Lo peor: Es un poco soso.
Hay muchas maneras de preparar un café. Una es mediante una cafetera italiana, otra deliciosa y excelentísima es hacer un carajillo bien quemao, como hacemos en mi pueblo (y que es como la RAE: limpia, fija y da esplendor), y no ese brebaje chungo consistente en echarle un chorrazo de licor a un café, o podemos ir a una cafetería a que alguien lo prepare por nosotros.
Eso mismo, pero llevado al mundo de los libros, es lo que ha hecho Fernando San Basilio en su Crónicas de la Era K-Pop, en el que nos trae hasta la comodidad de nuestro sofá de escay la eclosión del gusto por el café en Corea. Esto del café es una excusa para hablarnos de lo que le interesa: la desnaturalización del país. El café es un producto extranjero, lo valioso es lo extranjero y por tanto cuanto más imite a lo extranjero mejor. Pocas cosas conservan, entendemos a partir de los personajes, de la Corea de hace unos años, y esta pérdida de la esencia, esta renuncia a las raíces, parece no importarle a nadie.
Esto lo vemos en las dos partes del libro, alternadas capítulo a capítulo en la lectura: los capítulos numerados nos muestran entrevistas a personas que viven en Corea, los no numerados hablan de las aventuras de un tal Fernández, un hombre que va con la excusa de participar en una feria internacional de café y después no hace más que encadenar excusas para posponer su vuelo de regreso. Este Fernández es un ser apático, que va dejando que las casualidades le lleven. Las entrevistas también se basan en la anécdota, en el pequeño hecho, en la casualidad. Los ojos del autor están abiertos, su libreta lista para tomar notas, y el resultado es el que podemos esperar de un anecdotario de un país tan lejano: literatura de viajes de las pequeñas cosas.
El resultado, por desgracia, es anodino. A un servidor le importa bastante poco la cultura coreana. El K-pop, ahora convertido en un símbolo de la modernidad de lata y fotocopia que vivimos, no deja de ser un gancho, un título. El texto se lee con mucha facilidad, ni los personajes ni las historias despiertan mucho interés. Imagino que si hubiera amado Corea, si me pirrara por el café de cafetería pija y modernuqui, posiblemente me hubiera acabado enganchando más. Por desgracia, no es el caso.