Autor: Karmele Jaio
Comunidad autónoma: País Vasco
Título: La casa del padre (original: Aitaren etxea)
Género: Ficción. Drama familiar, feminismo
Año de publicación: 2019
Editorial: Destino
¿Primera publicación?: No
Lengua de redacción: Euskara
Lengua de lectura: Castellano
Nota: 9/10
Seamos sinceros, La casa del padre, de la escritora vitoriana Karmele Jaio, no es una lectura fresquita de verano. Sin embargo, tampoco es un libro para leer encerrado en invierno cuando las tormentas arrecian. Va más allá, porque La casa del padre es una casa común para cualquiera, acogedora y desasosegante a la vez, una casa que formamos todos.

La casa del padre, en este caso, es la casa del rol de género. En el libro se manifiesta con la omnipresencia de la sombra de una masculinidad pasivo-agresiva, tóxica, que ha corroído a los tres protagonistas. Ismael, el elemento unificador de todas las historias (me cuesta llamarlo protagonista), vive aplastado por el peso de la figura de su padre y por no haber podido estar a la altura cuando más se esperaba de él. Su mujer, Jasone, una escritora prometedora, ha renunciado a su talento para ponerse a la sombra de las figuras masculinas de su entorno, entre ellas la de su marido, mientras que la hermana de Ismael, Libe, se marchó del hogar familiar como activista para ONG en cuanto el activismo en el País Vasco se volvió hostil para ella y su sexualidad.
Los tres personajes principales ven el mundo tras el filtro de lo que vendríamos a llamar masculinidad tóxica. Los tres son infelices dentro de su mundo, sin embargo continúan en él, sobreviviendo, hasta que llegan dos eventos que trastocarán sus vidas y las pondrán en riesgo: una violación en Pamplona, un día en el que una de las hijas de Jasone e Ismael estaba en la ciudad, y el accidente de la madre de Ismael y Libe. Estos hechos están conectados con los protagonistas. Sus vidas se rompen. La violación alcanza a Jasone, siendo también violada, explorando la violación, buscando dentro de la herida causada en ella misma no por unos agresores, sino por los roles de género en los que vive. El accidente de la madre Ismael y su obsesión porque su padre no esté solo abrirán la gran herida emocional de los hermanos, mal curada, casi gangrenada, que pudre sus vidas.
«Y pensé: todas las mujeres seríamos capaces de hacerlo. Describir nuestra violación, aunque nunca haya ocurrido.»
Karmele Jaio. La casa del padre
La presencia de la masculinidad tóxica y su intento por romperla es clave para comprender el libro. Los tres protagonistas son, a la vez, víctimas y propiciadores de ella. Ismael no puede escribir, y no puede hacerlo porque es incapaz de salir de él mismo. Es incapaz de ponerse en el lugar de una mujer, de su mujer, de verla y mirar hacia donde puede mirar ella. Igualmente Jasone no puede levantar la voz, no puede decir soy escritora, no puede escribir y su principal motivación es que alguien se acuerde de que escribe, que los hombres de su vida, su marido y su amigo, Jauregui, editor de su marido, reconozcan su talento. Por último, Libe, en Berlín, directamente vive exiliada, no puede volver a su hogar, expulsada por sus recuerdos y por el entorno. Encontramos en los personajes una metáfora de las consecuencias de la agresividad narcisista de una persona, de un entorno, dirigido por una violencia subyacente, constante y total.
Para construir esta historia la autora ha elegido la segunda persona en presente para los capítulos de Libe e Ismael, y la primera persona, también en presente, para Jasone. Esta elección me ha hecho sentirme reducido, encogido, cuando leía la parte de Jasone, mientras que me he sentido culpable por las decisiones tomadas por los otros dos personajes. Me he sentido muy aludido e incómodo al leer estas partes. Algo así no puede ser casual. La autora busca llevarnos a empatizar, a ponernos en el lugar de Jasone, a visibilizarla, a darnos cuenta de nuestras actitudes respecto a los géneros, masculino y femenino, que nos sirven más o menos de referencia. Si además añadimos el uso de frases cortas, tenemos un texto que busca hacer reflexionar al lector, sacarlo de la comodidad de su sofá y de las historias lejanas, un texto que nos grita que nosotros también estamos dentro, que esta es nuestra historia, aunque las violadas sean otras, nosotros somos víctimas y verdugos.
Sin embargo no se queda aquí. Los tres personajes tienen mucho recorrido dentro de un libro tan corto. La elección de las frases cortas ayuda a mostrarnos el trabajo de arqueología emocional y memorística que viven. El final encaja a la perfección con la historia, priorizando evolución argumentativa a la sorpresa, nos da un poco de esperanza. Es posible, es aceptable y necesario aceptar los errores, compartir y dar un paso atrás cuando el camino se ha vuelto un callejón sin salida. En este sentido, el libro nos invita a salir de la ficción y seguir a los personajes en sus cambios, a buscar un mundo mejor sin tener que huir, sin tener que esconderse.
¿Quién es Karmele Jaio?
Nació en 1970 en Vitoria. Ha escrito dos novelas, Las manos de mi madre en 2008, ganadora de los premios Euskadi de Plata (2006), 111 Akademia (2006), Zazpi Kale (2007), Ezequiel Etxebarría (2010) y Igartza Saria (2012) y English Pen Translation Award (2018) en su versión inglesa; y Música en el aire, en 2013. También ha escrito tres libros de relatos y poesía.
La novela quí reseñada ha ganado los premios 111 Akademia (2019) y el Euskadi de Literatura en euskera (2020).
Desde 2015 es Miembro correspondiente de Euskaltzaindia.
Fuentes: Planeta de Libros y Wikipedia.
Una respuesta a “La casa del padre | Karmele Jaio”