Esta mañana he ido a la librería a sacar unos libros para reseñar. Hacía calor, un calor excepcional para esta época del año, y una repartidora de Amazon en pantalón corto y sujetador deportivo cerraba el portón. El sonido del portazo llegó hasta mí.
No me convencerás, me dije, para que, en lugar de sacar libros de la biblioteca se lo compre a la emprsea que te da de comer.

En la biblioteca hacía calor. Los bibliotecarios hablaban entre ellos. Un señor mayor, de épocas anteriores, trajinaba con dificultad por la página de Facebook. Y yo no sabía qué libros sacar.
He sacado tres, que leeré en cuanto pueda y, si el libro lo merece, los reseñaré.
En cuanto pueda. Porque ahí está la clave. En cuanto pueda. Porque ahora mismo no puedo. Las excusas se me acumulan, pero esta vez tengo una que me creo yo mismo y quiero compartir con vosotros:
He recibido un momento de iluminación esta mañana.
Llamadme Buda.

Mis incipientes barriga y calva lo demuestran. Y que esta mañana he enviado un cuento a un concurso de cuentos.
Y esto, ¿por qué es un momento de iluminación? Os preguntaréis. Y con razón, yo mismo me hago esa pregunta, porque no es la primera vez que envío un cuento a un concurso literario.
La clave está en que, esta vez, he aprendido a escribir.
Aquí vendría otra pregunta obvia: ¿No sabías escribir? ¿Y cómo aprobaste segundo de primaria?
Por suerte. Y también porque sí sabía juntar letras. Escribir es algo más que juntar letras. Con escribir me refiero a escritura creativa. Estos meses me he formado para aprender a escribir y he escrito un cuento durante un mes, de unas casi diez mil palabras.
Antes habría hecho veinte mil palabras en la mitad de tiempo, pero si lo hubiera enviado a cualquier cosa, habría salido una cagada.
Y aquí está mi momento de iluminación: la humildad para aceptar que uno sabe menos de lo que sabe, puede menos de lo que puede, y que está en el trabajo diario, dejar de lado las ideas preconcebidas y abrir los ojos y los oídos a gente que sabe más que uno funciona.
Tal vez esto sea una perugrollada. No soy yo para juzgarlo. Lo que juzgo es el cuento que he escrito, que me llena de orgullo y satisfacción.
Ahora sí, a leer, que leer y reseñar es una de las mejores formas de aprender a escribir, junto con formarse y, sorpresa, escribir.