Autor: Sara Mesa
Comunidad autónoma: Comunidad de Madrid
Título: Un amor
Género: Ficción
Año de publicación: 2020
Editorial: Anagrama
¿Primera publicación?: No
Lengua de redacción: Castellano
Lengua de lectura: Castellano
Nota: 7/10
Como sentenció Juan Gelman una vez leer es viajar por uno mismo, y esto es lo que propone Sara Mesa con Un amor, un viaje hacia el interior de Nat, la protagonista, y su exterior, La Escapa, el pueblo rural al que se acaba de mudar tras una traumática experiencia que la llevó a dejar atrás su vida.
Lo que tenemos aquí es, aparentemente, una historia de amor chungo. Sin embargo, de lo que va la cosa es de la chunguez de no adaptarse al entorno en el que uno vive, creerse capaz de cambiar el mundo, o su entorno, negarse a aceptar la realidad y desplomarse cuando esta misma realidad acaba pasando por encima de una. El mundo rural, ese paraíso para urbanitas, no lo es tanto. Si en la ciudad tenemos vecinos gilipollas, imbéciles y/o otra chusma a cada cual peor, en los pueblos pasa lo mismo pero sin esa masa gris de rostros todos iguales que van y vienen y hacen que la mierda de uno quede diluida a ritmo de reguetón en vagón de metro.
En los pueblos no hay salida. O los tomas y renuncias a cualquier fantasía neohippie lanzaflores, o te piras. Y en ese dilema nos encontramos a Nat. Ella llega con toda la ilusión del mundo dispuesta a salvar a un perro, a cultivar en el terrenito que tiene, a arreglar la casa alquilada para hacerla bien cuqui y mona. Pero pronto llega el casero que la desprecia, los vecinos que la ignoran y/o que no entiende, y la necesidad de sentirse especial, y todo se va al guano. Y bien merecido se lo tiene.
Cambiar el mundo es bonico, es una cosa que entiendo pueda hacer ilu. Muchos lo han intentado, pocos lo han conseguido, y se supone que tenemos que seguir intentándolo porque si no los malos (sí, esos malos en los que estás pensando, querido lector, querida lectora, y otros que ni siquiera se te ocurren) dominarán la tierra. Pero claro, con ilusiones no se consigue nada. Nat, egocéntrica y autosobrevalorada, no hace más que hacerse preguntas en la novela. Las respuestas las tiene delante, pero como no le gustan las ignora. Y las consecuencias no serán buenas.
El entorno rural es difícil, como el urbano. Ni todos los habitantes de un pueblo son como su casero, ni tampoco todos son unos lacónicos misteriosos como el personaje del alemán. Tampoco todos los libros de ambientación rural están escritos bajo el prisma de una urbanita despistada cargada de pensamiento mágico. Espero.