Moby Dick, o la caza del clásico literario

Uno de los últimos libros de los que uno esperaría leer en Leemergence es Moby Dick. La historia de la caza de la ballena blanca por parte de Ahab y su tripulación está más que reseñada, más que tratada, y los hay que lo consideran como un clásico de la literatura universal. Basta con pasearse por la Wikipedia para poder ver su estatus de obra venerable dentro del sinnúmero de libros, historias, y relatos que podemos encontrar. No quiero engañar a nadie: vengo a hablar de este libro y de libros viejos porque me gustan los libros viejos y cuyos autores están criando malvas. Y no solo vengo a hablar de Moby Dick. Quiero convencerte para que, si no lo has leído, lo leas. No solo este libro en particular, sino cualquiera de esos libros que el canon occidental ha encumbrado y que se supone que tenemos que leer al menos una vez en la vida, y también los otros nuevos clásicos que otros cánones proponen. Por amor a la literatura y a los libros.

Hay millones de libros publicados, y millones que vendrán, millones que se han perdido y millones que jamás se publicarán. En esto estamos todos de acuerdo. Entonces, ¿por qué leer un libro como este que, encima, es gordo, tiene partes enteras de lo que hoy llamaríamos paja y que, seguramente, nadie publicaría? Precisamente por esto mismo. Leer es una actividad que requiere un momento de tranquilidad, como si nos dedicáramos a pasear por un gran jardín misterioso. Merece la pena que dejemos de un lado la velocidad en la que estamos metidos para dedicarle, si hace falta, uno o dos meses para descubrir qué guardan estos libros en sus entrañas y por qué han sobrevivido al filtro del tiempo. En Moby Dick no solo se nos cuenta la historia de Ahab y el cachalote, sino que nos invita a ponernos en la mente del lector del siglo XIX para entender por qué las partes más aburridas del libro, como las descripciones de zoología y antropología, son esenciales para entender del libro y para sumergirnos en sus tiempos.

El Pequod parte de Nantucket y en su viaje recorre prácticamente todos los océanos. Da tiempo para pensar, navegar, ver amanecer y anochecer, tomarse las cosas con calma. La acción, como en la vida, no ocurre en cascada, sino que los pasajes científicos nos evocan que la mayor parte de una aventura es espera. Leer una novela literaria, y más si está escrita en una época, digamos, de un ritmo más lento que nuestra época actual, nos muestra el camino en lugar de hacernos correr siguiendo la lucecita brillante de la siguiente pista. Lo de menos es el final que, si el libro está bien construido, y estos clásicos lo están, es previsible. Los por qué son, siempre, más importantes que los qué. ¿Qué importa que Don Quijote sane si no sabemos por qué sana? ¿Qué importa que esté loco por leer demasiados libros de caballerías si no podemos pararnos a disfrutar de las consecuencias de su locura?

Por otra parte, desde hace un tiempo para acá se están poniendo de moda vídeos que resumen libros o películas. Si nos fiamos por la cantidad de vídeos de este tipo que se publican y, también, la reducción y simplificación de historias, podría pensar que el párrafo anterior está equivocado. Lo importante, nos dicen estos vídeos, no es el por qué, sino el qué. ¿Quién gana? ¿Quién pierde? ¿Quién muere? No necesitamos saber más para presumir en redes sociales o ante amigos de que dominamos los temas de moda. Pero un libro viejuno, como Moby Dick, no va a estar de moda nunca más, si es que alguna vez lo estuvo. Asumámoslo. Elegir leer los pasajes con las taxonomías de las ballenas para descubrir, páginas después, una acción heroica, significa entrar en la aventura de leer. Es una aventura que se vive, mayormente, en soledad. Si, en lugar de recorrer la aventura, vamos a por el dato literario como si fuera historiográfico, una obra que ha costado muchísimo pasa a servir de entretenimiento, tema de conversación para pasar el rato.

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4 respuestas a “Moby Dick, o la caza del clásico literario

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